La crítica, el dolor no expresado, el miedo, los “estoy bien”,
los abrazos no dados, las caricias no aceptadas, los muros, los cerrojos,
las mentiras, el bienestar ajeno, las reglas autoimpuestas, los “no voy a ser capaz”,
la excelencia, la exigencia, el control, el qué dirán...
Todo forma parte de un peso invisible (y por ello muy peligroso) que con la inercia del tiempo hemos puesto sobre nuestros delicados hombros provocando presión.
Esa presión, casi imperceptible, dificulta el respirar, el sentir, el amar, el vivir.
Mírate y libérate.
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